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El Cambio, un Proceso hacia la Transformación

Al hablar del cambio se puede pensar en distintas definiciones aplicadas en diferentes áreas. Etimológicamente la palabra cambio viene del latín Cambium la cual hace referencia a la acción de hacer trueque, dar una cosa por otra. En nuestro entendimiento y uso del lenguaje también hacemos uso de la palabra cambio para hacer mención al reemplazo, sustitución o modificación. Son diversos los contextos a los que se aplica la definición de “cambio”, y todos señalan, en distintas formas, al concepto de la trasformación de un estado a otro. Así, podemos referirnos al cambio cuando hablamos de: cambio físico, cambio climático, cambio químico, cambio de estado, cambio de divisas, cambios políticos, cambios sociales; incluso, trasladarnos a la historia y entender el cambio de la filosofía a través de las ideas de Aristóteles, cuyos pensamientos han desempeñado una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.

En relación con las personas se podría decir que el cambio puede ser visto desde distintas perspectivas en función a cómo un individuo recibe y reacciona ante un elemento de información producido en su contexto externo o interno. Ahora bien, para tratar de entender la trasformación de un estado a otro el cual ocurre en los seres humanos, pensaríamos en abstraemos para identificar todos los elementos que participan en el cambio. Cuando agrupamos y organizamos estos elementos, concebimos el cambio como un proceso.

El proceso de cambio ha sido bien documentado a través de muchos años por diferentes autores en distintas literaturas y el factor común que se encuentra en ellos, radica en que el cambio es tener la capacidad de adaptar estrategias y técnicas durante todas las fases del proceso de transformación.

Somos seres privilegiados en el Universo porque tenemos vida, pero no una vida simple, vamos más allá de la capacidad de nacer, crecer, metabolizar, responder a estímulos, reproducirnos y morir. Como seres vivientes respondemos en completa armonía entre nuestro desarrollo evolutivo y desarrollo emocional. La vida, que es un constante cambio desde el primer momento que somos concebidos, va transformándose de embrión a ser: CUERPO. La vida necesita desde el primer instante que palpita dar paso a esa parte de su esencia llamada ALMA, la cual debemos nutrir, desarrollar, amar y empoderar. CUERPO y ALMA son la expresión de la vida y el equilibrio de ambos es esencial. Al nacer somos dotados de muchos dones y capacidades, aun así, generalmente carecemos del conocimiento y aprendizaje para asumir y enfrentar diversas situaciones, muchas de ellas provenientes de distintos factores. El cambio en las personas está allí, es visible y necesario. La vida es simplemente un cambio que debemos asumir con actitud positiva porque implica nuestro crecimiento. A pesar de que los cambios lleguen inesperadamente, cambiar nos permite progresar y fluir. No somos células estáticas ni siempre seremos iguales física e internamente, estaremos en procesos de transformación constante, y eso es un hecho hermoso.

En la medida que seamos capaces de entender que el proceso del cambio es un ciclo que nos mueve de un estado a otro y que durante su recorrido iremos enfrentando obstáculos, identificando emociones, encontrándonos con diversos sentimientos, creando y procesando pensamientos e incluso preocupaciones y angustia; podemos inferir que ese cambio nos está prosperando. De la misma forma que un pequeño capullo envuelve y protege lo que más tarde será un hermoso tesoro que engalana la naturaleza con sus preciados colores: la mariposa; también, nuestro cuerpo y alma en proceso de transformación, concederán la más pura esencia de nuestros conocimientos, habilidades, capacidades y éxito a través de ese aprendizaje continuo llamado proceso de cambio.

 

El proceso de cambio, bajo mi definición está compuesto por cuatro importantes fases: inicio del cambio, el túnel del miedo, gestión del miedo y gestión del proyecto de vida. Cada una de ellas, en función al factor de cambio y al equilibrio de la mente racional y la mente emocional de cada individuo, varía. Cada persona es distinta y responde de manera distinta. Las fases del proceso de cambio nos ofrecerán elementos enriquecedores que proveerán información a nuestro sistema sensorial (vista, oído, tacto, gusto y olfato) el cual en un equilibrio perfecto es responsable de procesar la información que nos permite responder de manera adecuada a las sensaciones entrantes. Por otra parte, el sistema sensorial guía la forma en que actuamos sobre el medio ambiente. Así, en cada fase del proceso, iremos nutriendo nuestro sistema sensorial hacia el perfeccionamiento de nuestras habilidades y conocimientos. Negarnos a participar en el proceso de cambio es restringir nuestro crecimiento sensorial.

Durante la primera fase del proceso de cambio: iniciando el cambio, se da el encuentro con el factor que produce ese pensamiento que origina el diálogo interno: -No me siento bien; -Si todo fuese distinto; -Qué suerte tienen otros. Incluso nos trasladamos al pasado y evocamos momentos de felicidad, satisfacción y logros. Ese factor es el principio de una transformación latente que, al examinarlo con mucha sutileza, nos dará la habilidad para evitar la evasión y lograr un objetivo. El factor de cambio es esa luz que enciende el inicio de un proceso de cambio.

Defino el cambio como: “Un proceso de transformación incesante que nos transita por diferentes etapas las cuales conducimos haciendo uso de la mente racional y de la mente emocional. A través de este proceso experimentamos distintas situaciones y actuamos en función a ellas, adoptamos nuevos hábitos y aprendemos nuevas competencias. Como todo proceso, necesitamos aprender a gestionarlo para ser más efectivos en el Cómo y desarrollar más competencias que nos permitan lograr con éxito el resultado esperado, el Qué”.

 

 

Autor: Carmen Franco
Fecha: lunes, enero 22, 2018

Tema: Coaching